La radiación solar puede provocar daños irreversibles sobre nuestra piel; sin embargo, solo dos terceras partes de la radiación que emite nuestro astro rey llegan a tierra, muchas de ellas se absorben por los gases de la atmósfera. Las que sí nos llegan son la luz azul, los rayos UVA y los UVB. En este artículo te hablaremos sobre los UVB que conforman tan solo el 5% de toda la radiación que llega a nuestro planeta, pero, aunque parezcan inofensivos debidos a tan bajo porcentaje, es esencial que los conozcamos y nos protejamos de ellos mediante cremas solares porque pueden llegar a resultar los más dañinos.

Los rayos UVB y su importancia

¿Por qué otorgarle tanta importancia a los rayos UVB si solo nos llega el 5% de ellos? Para más inri estos no penetran tan profundamente en la piel como los rayos UVA (el 85% se queda en nuestra epidermis y tan solo el 15% restante traspasa hasta nuestra dermis).

Los rayos UVB son los responsables del bronceado, ese tono tostado que emerge con el avance del verano y las múltiples exposiciones solares. Dicho todo esto parecería  que no corremos ningún peligro y que todo son beneficios. Pero la realidad es bien diferente: los daños producto de  los rayos UVB son irreparables.

Debemos de ver el bronceado de un modo algo distinto: este es el resultado de la respuesta de nuestro sistema inmune a las agresiones de la radiación solar. Por lo tanto, el moreno en la piel es una defensa que emplea el cuerpo para protegerse, por lo que, en realidad: no hay un bronceado 100% saludable porque implica un ataque directo a nuestro físico.

Por otro lado, aún y su escasez, esta radiación es la principal culpable de la mayoría de quemaduras y, especialmente: melanomas, ya que afectan al ADN de las células llegando a modificarlo. 

Los rayos UVB son también los más abundantes en verano, los que hacen que arda nuestra piel. Tienen tanta fuerza que atraviesan no solo la piel, sino también cristales y ropa fina. Se trata de los rayos que reflejan tanto la arena de la playa como la nieve de montaña, por lo que los recibimos de forma directa pero también indirecta. 

¿Cómo protegernos de ellos?

La primera opción siempre será el protector solar. Afortunadamente, todos los que encontramos en el mercado son resistentes a los rayos UVB. Pero es cierto que es posible que necesitemos cambiar nuestros hábitos en la vida diaria. Necesitamos aplicarnos y volver a aplicarnos protector solar todos los días. No hace falta esperar para tomar el sol en la playa o ir a esquiar. Si tuviéramos un trabajo al aire libre, tendríamos que estar más atentos a la hora de volver a aplicarlo, pero aunque trabajemos en una oficina: de viaje o paseando al aire libre, en cualquier época del año y en cualquier lugar: necesitamos un FPS que actúe como pantalla bloqueadora. 

Algunos consejos para que sea más fácil y se adquiera el hábito son: elegir un protector que se adapte a tu tipo de piel y necesidades (si te resulta más cómodo en forma de spray, por ejemplo) y ten a mano un par de envases, uno de los cuales puedas usar incluso cuando no estás en casa llevándolo siempre encima, y utilizar una crema de día con protección solar o bien un maquillaje o BBcream.